sábado, 22 de septiembre de 2012

Círculo Vicioso


La célebre bruja Mantis Strugasspas estaba cansada de su vida anodina en la región de Telesforia. Las conversaciones con sus mascotas parlantes, los cuervos Jake y Clyde, se habían vuelto monótonas y aburridas, siempre basadas en chismorreos vecinales y lombrices. Los Gnomos Rabiosos constantemente estaban robando las coles de su huerto y los Trolls Tartamudos no dejaban de atosigarla con su particular versión del correo comercial.

Así que un buen día, provista de un hatillo con un tres mudas y un par de fuets Casa Tarradellas, decidió emprender un viaje a lo desconocido, hacia un lugar donde su maldad tuviera la repercusión mediática que había perdido en su localidad natal y que a todas luces necesitaba.

Y así llegó a Telecinquia, un país donde la moral escaseaba y todo estaba permitido en pos de conseguir una quimera conocida como audiencia. La falta de escrúpulos de Mantis le permitió una rápida adaptación a aquel medio tan extraño y a la vez tan fascinante. Con su abyecto currículum no tardó en encontrar un trabajo estable como alcahueta oficial. Rápidamente pasó a formar parte del elenco de chafarderos trasnochados que conseguían idiotizar a los ciudadanos a través de un artefacto infernal conocido como televisión. Posiblemente Strugasspas jamás llegó a comprender el mecanismo de hipnosis de aquel horrendo aparato, pero no le importaba, disfrutaba con aquel trabajo, le aportaba los miles de euros y las dosis de evasión que su marchitado intelecto añoraba. Su labor consistía en insultar subrepticiamente a la inteligencia de un colectivo conocido como espectadores, quienes voluntariamente eran sometidos al tormento de las pláticas insulsas de Mantis Strugasspas y compañía. Gritos, vejaciones, acusaciones morbosas pero falsas y sin fundamento, constituían su día a día, era algo apasionante.

El nivel moral de semejante actividad estaba por los suelos pero, paradójicamente, la audiencia, aquello que medía el grado de satisfacción de las víctimas -los llamados espectadores- estaba por las nubes. La bruja, que lo de la moral le sonaba poco menos que a chino, estaba encantada. Trabajaba en lo que le gustaba y además tenía éxito, la empresa cosechaba beneficios. Cierto es que tropezó con voces discordantes, pero era tan elevado su número de seguidores que constituía una fuerza difícil de derrocar para sus detractores.

De esta forma, en un país lastrado por la miseria, con recortes de inversiones en el sistema educativo y el consiguiente aceporramiento general, una bruja muy mala se dio cuenta de que alimentando la estulticia entre los ciudadanos, su cuenta corriente recibía constantes alegrías. Y cuanto más fomentaba la estupidez general, más rica y poderosa se hacía. Y le gustaba. Y no pensaba detenerse.

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