sábado, 2 de abril de 2022

El Sueño del Androide

 


La respuesta es "sí".

La pregunta nos la hizo P.K.D. hace más de 50 años. Aunque dicha pregunta era tan precisa que John Scalzi no consigue responderla del todo. Porque efectivamente, el sueño del androide hace referencia a una raza de ovejas, pero no estrictamente eléctricas.

La inclusión de la palabra "androide" y el indisimulado homenaje a Dick en el título ya nos conducen a pensar que estamos delante de una historia de ciencia-ficción, y acertamos. Pero también se trata en cierta manera de una novela del género bélico, y rociada por un aroma eminentemente cómico. El equilibrio entre estos tres estilos es algo irregular, aunque tampoco es necesario ni afecta al disfrute de la lectura.

A menudo, sobre todo en las últimas décadas, las historias de ciencia-ficción se gestan en torno a universos, en sentido literario, no astronómico. Quizá gracias a por culpa de George Lucas, los autores, editores y productores han visto la enorme rentabilidad de expandir, más allá de sus primeras andanzas, las aventuras de los personajes de sus mundos inventados, donde no existen límites. Además, da la sensación de que confinar a un relato corto una buena idea, un personaje carismático o un planteamiento pseudocientífico, es un desperdicio.

Nos cae bien Flash Gordon, queremos disfrutar de muchas nuevas peripecias. Y me compraré el próximo libro, aunque su calidad sea nefasta.

Esto sucede en todos los géneros, pero en la ciencia-ficción resulta mucho más pronunciado, por aquello del universo exclusivo, no compartido con el mundo real. Lo malo de esta tendencia es que algunas obras, por su nivel de elaboración y minuciosidad, parecen compuestas dentro de este entorno. Y luego se quedan -al menos, en una primera intención- en una obra local, autónoma. Esto es un poco lo que le sucede a El Sueño del Androide. Nos presenta tal despliegue de razas alienígenas, instituciones interplanetarias, tecnologías a distintos niveles de desarrollo y de todos los ámbitos, que parece absurdo pensar que esta mezcla de esfuerzo creativo y prolijidad de información se circunscribe únicamente a este libro. Y esta idea está originada precisamente por la casi obligación de que toda obra del género deba pertenecer a una saga. Y el propio Scalzi, sin ir más lejos, no es ajeno a este fenómeno.

En esta novela hay muchos personajes, con distinto grado de importancia. Y todos tienen un nombre y un perfil que hay que recordar para asociarlo a sus posibles apariciones en páginas posteriores. Entre estos nombres, muchos pertenecen a individuos de razas extraterrestres, que resultan mucho más difíciles de distinguir. En algún pasaje donde se citan a bocajarro los miembros de los clanes nidu rivales, la posibilidad de perderse es poco remota. Algo parecido sucede con los estamentos gubernamentales galácticos. Sin llegar a ser desbordante, la referencia tan precisa a sus funciones se antoja innecesaria, teniendo en cuenta su relativamente escasa repercusión en la trama. No es una novela pesada, pero aporta excesivos detalles con poca trascendencia, la cual el lector desconoce en el momento de consumir esa información. Un poquito más de liviandad en este sentido se hubiera agradecido.

Otra de las pequeñas pegas de esta novela, paradójicamente, es el apoteósico arranque. Desde las primeras líneas nos queda claro que el humor va a estar presente durante las trescientas y pico páginas que tenemos por delante. Y arranca además con un humor escatológico e insólito. Por desgracia, este nivel de osadía se desvanece a partir del segundo capítulo, relegando el humor al ingenio de los diálogos y la estulticia de algunos personajes. De buen nivel, eso sí, pero lejos de la desfachatez desvergonzada prometida en el primer acto.

Aparte de diplomacia y humor, también hay acción. Especialmente a la mitad aproximadamente y al final, cuando transcurren dos episodios de acción con una descripción muy cinematográfica, bien narrados y con un desenlace convincente.

El Sueño del Androide es la historia de la resolución de un conflicto diplomático entre planetas, a su vez consecuencia del rifirrafe entre clanes de una raza extraterrestre. La solución al flatulento desencuentro interplanetario no es otra frivolidad que la localización y obtención del último ejemplar de oveja de la raza sueño del androide, lo que dará lugar a persecuciones, traiciones, revelaciones de identidades sorprendentes, hackeos informáticos y nostalgia militar.