sábado, 17 de noviembre de 2012

Las series de nuestras vidas (3)

3. Perdidos (Lost)



Probablemente la televisión fue el medio que revolucionó la comunicación en el siglo XX. Su versatilidad, comodidad y enorme potencial permitieron a la audiencia/población adaptarse rápidamente a ella. Como fuente de información superaba a la prensa por su inmediatez y a la radio por el impacto visual de las imágenes (hay quien está convencido de que una imagen vale más que mil palabras). También como entretenimiento superaba al cine y al teatro, no por su calidad, sino por la comodidad y el menor coste económico de poder ver un espectáculo desde el sofá de la propia casa.

A pesar de todas estas virtudes, la televisión nunca ha sido un medio cuyos contenidos me atrayeran demasiado. Ni por los reciclados de otros medios, como películas con innumerables e interminables pausas publicitarias, ni por los contenidos puramente televisivos, como series y concursos. Próximamente tal vez dediquemos un artículo al incomprensible desaprovechamiento del género televisivo; ahora centrémonos en Lost, o Perdidos en versión ibérica.

Como he dejado entrever, hace unos años no era un gran aficionado a las series. De pequeño veía las socialmente obligatorias, como El Equipo A o El Coche Fantástico, no sin devoción, lo reconozco, para luego, durante los 90, abandonar esta afición y decidir renunciar a series como Sensación de vivir, Twin Peaks, Urgencias o Expediente X. Suponía para mí un sacrificio innecesario someterme a los caprichos de los programadores, quienes nos obligaban a plantarnos delante de la pantalla el día y la hora que a ellos les convenía para poder seguir nuestra serie favorita sin perder datos cruciales.

El nacimiento de la televisión digital fue un factor determinante para la evolución del género de las series. La ampliación de la oferta de canales supuso un incremento de la oferta de programas y series y, contrariamente a lo que suele suceder, un aumento de la calidad. La competencia era, y sigue siendo, tan feroz que sólo sobreviven los más fuertes.

Personalmente, lo que ha despertado mi actual afición por las series es la posibilidad que nos da Internet de poder descargarnos los capítulos y poder visionarlos cuando nuestra apretada agenda nos lo permite. Gracias a esto, hemos descubierto, por ejemplo, el enorme placer de visionar prácticamente una temporada de cualquier serie en un fin de semana, casi del tirón. Esto fue lo que me sucedió con Lost; la veía cuando podía, cuando me apetecía, y si una tarde estaba ocioso, me tragaba cuatro o cinco capítulos seguidos, enganchado por unos elementos argumentales descarados pero sin duda efectivos. En resumen, esta serie tiene el ¿honor? de ser la que me reconcilió con el género.

Lost tenía todos los ingredientes para convertirse en la mejor serie de la historia; por los grandes momentos que nos hicieron pasar especialmente durante las cinco primeras temporadas, por una apasionante mezcla de elementos científicos, filosóficos y mitológicos muy interesantes, por el carisma de la mayoría de personajes, por todo esto merece el tercer puesto en nuestro humilde ránking.

Es más, podríamos estar ante un referente en nuestra cultura de la pasada década si los guionistas y responsables hubieran sabido contener el fenómeno a tiempo. Arrastrados por la corriente, desbordados por el enorme (e inesperado?) éxito -materializado en legiones de fans y wikipedias que seguían con lupa hasta el mínimo detalle-, no cumplieron con las expectativas que intencionadamente generaron y se metieron en un callejón sin salida en forma de sexta temporada. Es inevitable el sentimiento de fraude del fan incondicional, expectante hasta el punto de madrugar (en un país como España) para ver casi en directo el último capítulo, esperando encontrar la respuesta a tanta incógnita. El desenlace no fue en absoluto satisfactorio, llegando a desvirtuar la práctica totalidad de la serie, como el postre mediocre que arruina la más sublime de las cenas. Dicho llanamente, lo que pudo ser la mejor serie de todos los tiempos se convirtió en una tomadura de pelo.

Contaba con muchas tramas paralelas, flashbacks, simbologías, teletransportaciones, viajes en el tiempo, seres sobrenaturales, coincidencias numéricas y personales, alusiones directas -y no casuales- a filósofos (Locke, Rousseau, Hume...). Y sobre todo mucho, mucho misterio. Lo que más lamentamos es que Lost, aún constando de seis temporadas de veintitantos capítulos, parecía digna de ser revisionada por la gran cantidad de detalles, de guiños, casualidades, que la primera vez que la ves pasan casi inadvertidos, pero que otro seguidor te comenta y te hace sentir curiosidad. Las hipótesis de los numerosos aficionados, decantándose por un personaje u otro, contrastando opiniones y pronósticos, en su momento era algo nunca visto. Y apasionante. Pero, por desgracia, pasará mucho tiempo antes de que lo volvamos a ver.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Un mundo feliz


Brave new world de Aldous Huxley figura entre los clásicos más reconocidos de la literatura de ciencia-ficción. Como la mayoría de estos clásicos, es tan grande su influencia y calidad que a pesar de los años transcurridos desde su publicación (década de los 30) sigue manteniendo una destacable frescura y actualidad.

El género de ciencia-ficción es, según mi humilde opinión, el más apto para explicar historias, pues no está limitado por contextos geográficos, históricos ni -especialmente- científicos y el autor tiene prácticamente tabula rasa para narrar lo que quiera, el límite es su imaginación. Esta libertad incluso le permite tomar como referencia esos contextos antes mencionados para recrear su nueva realidad.

Siempre he sido muy partidario de autores que utilizan el entorno que les brinda la ciencia-ficción para contarnos historias divertidas, como Asimov o Dick. También me encantan las denominadas space operas de Bujold o Card. En el caso de Un mundo feliz, la historia quizás es lo de menos. Hay una trama interesante, los personajes interactúan y evolucionan, hay momentos de cierta intensidad, es cierto, pero por lo que esta obra ha pasado -muy merecidamente- a la historia es por la minuciosa y detallada descripción de uno de los posibles mundos del futuro que nos aguardan.

Se describe un mundo sin preocupaciones, sin guerras, sin dolor. Un mundo eficiente, donde cada individuo sabe cuál es su trabajo sin plantearse alternativas. Donde las relaciones sexuales están vistas como algo natural, sin matrimonios ni pasión. Las personas son creadas en un laboratorio y el concepto de "padres" es considerado, no ya tabú, sino pura escatología. Las clases sociales están muy definidas, pero sin conflicto, puesto que el condicionamiento al que son sometidos tanto los embriones como los niños se encarga de evitarlo. Es un mundo donde la estabilidad es uno de los pilares.

Como este mundo tan perfecto, sinceramente, sería muy aburrido, debe haber alguien con inquietudes que ponga en duda la homogeneidad del sistema. De esta manera, gracias a la curiosidad del desconcertante Bernard Marx (pariente de Karl?), conocemos al personaje de John, el salvaje. Nacido por el método "tradicional", su llegada como objeto científico al Londres megaindustrializado genera más expectación que controversia. Marx, un perdedor cuya integridad genética, pese a ser un Alfa, es puesta contínuamente en duda, consigue gracias a John las dosis de popularidad que socialmente necesitaba y cuya carencia hizo que el lector empatizara con él en la primera parte de la novela. Posteriormente nos muestran que esta sociedad presumiblemente tan infalible comparte taras con la nuestra, pues el interés de la gente por Bernard Marx se debe exclusivamente a su insólito hallazgo.

Con la introducción del elemento discrepante del salvaje, las estructuras de esta perfecta sociedad no se ven amenazadas pero sí puestas en duda, al menos para el lector. Se genera un debate muy interesante, ilustrado en las figuras de Shakespeare y Ford. Éste último es equiparado a algo semejante a la divinidad -Dios como tal no es coherente con una civilización tan planificada y tan carente de necesidades-, aunque el juego de palabras lo perdemos en la traducción (Oh, my Ford!). Huxley no descuida ni la simbología, llegando a utilizar la "T" de uno de los modelos de la compañía automovilística en lugar de la cruz cristiana. Ford representa la producción en masa, planificada, organizada y sin fisuras. En cambio, Shakespeare, haciendo aparición en la novela gracias a un libro que logra conservar John, nos ofrece una visión de la vida basada en los sentimientos.

La figura del salvaje llega a presentarse como la más humana de toda la historia. Incluso contagia su humanidad a otros personajes, como Lenina (algo que ver con Lenin?), quien experimenta algo parecido al enamoramiento. John la rechaza, probablemente por los tabúes impuestos por la tribu que lo crió (crítica a la religión?). Éste también expresa un deseo de soledad, motivado por la costumbre; en la tribu de indios era constantemente rechazado en las actividades colectivas por la palidez de su piel. La soledad, cómo no, constituía algo incompatible con la estabilidad del mundo civilizado: si alguien estaba solo, podía llegar a pensar y plantearse cosas...

Interesante también es el debate que mantienen casi al final el interventor Mustafá Mond, una de las máximas autoridades, con John. El primero, consciente de lo artificial de la situación, incluso buen conocedor de Shakespeare y la propia Biblia, despliega unos argumentos casi irrefutables en contra de Dios y en defensa de una sociedad en la que prácticamente está obligado a creer.

Un mundo feliz es una de las obras imprescindibles, no ya de la ciencia-ficción, sino de todo el siglo XX. Una invitación a una reflexión muy necesaria y muy infrecuente en los tiempos que corren.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Las series de nuestras vidas (4)

4. Juego de Tronos

Este humilde ránking se elaboró hace ya bastante tiempo. Por desgracia, el ritmo de publicación de cada artículo ha sido considerablemente inferior a la evolución del mundo de las series. Desde que hice la lista han nacido, crecido, incluso reproducido, y muerto muchas, incluídas o no en el ránking. Tal vez por este pequeño problema de actualización, la lista real, a día de hoy, hubiera sido sensiblemente distinta a la definitiva, la que nos ocupa, especialmente por la incorporación de algún nuevo elemento merecedor de figurar en ella. En cualquier caso, estas variaciones no las considero significativas y ya habrá tiempo, cuando el ránking esté publicado en su totalidad, de enunciar enmiendas y otorgar accésits y menciones especiales.

Este preámbulo también guarda relación con la posición de Juego de Tronos en la cuarta posición del ránking. Esta serie alcanzó dicha posición cuando apenas había concluído la primera temporada, pudiendo parecer algo precipitado. Más bien al contrario, la segunda (y última hasta la fecha) temporada ha corroborado su calidad y méritos.

A priori, la empresa parecía ambiciosa y complicada. Las adaptaciones cinematográficas o televisivas de novelas de éxito siempre han generado, y generan, controversia. Mayor aún es el desafío si se trata del género fantástico, cuyos seguidores consumen ambos medios con idéntica voracidad. La saga Canción de Hielo y Fuego, de George R. R. Martin, aún inconclusa, cuenta con millones de fans en todo el mundo y algunos osados la equiparan a la obra de Tolkien.

Por este motivo, una vez anunciada, la expectación era máxima. Otra presión añadida fue la dirección artística; este tipo de producciones, con gran inversión en decorados, vestuarios, efectos especiales, etc. suele reservarse al medio cinematográfico, por la necesidad de una enorme inversión económica. En las series, más modestas en sus balances financieros, son habituales las aventuas de médicos, abogados y policías, cuya infraestructura ya está prácticamente montada en la vida cotidiana. Proveer armaduras, espadas, caballos, castillos... suele ser pelín más caro, lo que implica que si la inyección económica de la productora es insuficiente, la ambientación falla y la historia deja de ser creíble, lo que conduce a la serie al fracaso.

En Juego de Tronos la producción -de la cadena estadounidense Home Box Office- es impecable, siendo uno de sus puntos fuertes y convenciendo a los aficionados al género y atrayendo a los que no disfrutan especialmente con las historias de espada y brujería. No hay un despliegue gratuito (valga la paradoja) e ingente de medios, como sucede en ciertas superproducciones de Hollywood que utilizan efectos especiales asombrosos y presupuestos estratosféricos para ocultar carencias en el guión o en la interpretación. El citado despliegue de medios es moderado y totalmente ajustado a las necesidades narrativas, lo que facilita en gran medida la inmersión del espectador en la trama.

En este aspecto (y en otros, aunque en éste es mucho más clamoroso), compararlo con las voluntariosas producciones españolas de series históricas resulta ciertamente despiadado.

Con respecto a la trama, es fácil deducir su procedencia literaria; muchos personajes, muchas historias paralelas. En un primer momento, incluso cuesta seguir el argumento por el alud de datos y personajes que recibimos. Como anotación diremos que poder disfrutarla en versión original con subtítulos, aparte de las ventajas obvias, también ayuda a seguir el hilo, ya que casi siempre el leer un nombre propio permite guardarlo mejor en la memoria que el oírlo.

Nos cuentan la historia de varias familias que compiten por el inestable trono de un reino que ha cambiado constantemente de manos (o de trasero, para ser anatómicamente precisos), desembocando en una guerra con varios frentes, con muertes, traiciones, misteriosas alianzas... Personajes carismáticos, diálogos brillantes, tensas situaciones y sorprendentes desenlaces es parte de lo que nos ofrece esta serie. Los que han leído las novelas se muestran bastante satisfechos por la adaptación (cosa que ya dice mucho), lo que no sería de extrañar sabiendo que el propio Martin está detrás como productor e incluso guionista.

En definitiva, una serie que con cada nueva temporada genera una expectación (la de veces que me preguntan cuándo vuelve JdT...) poco vista en otras series. Una serie única en muchos aspectos. Hagan caso a quienes se la recomiendan.