viernes, 7 de octubre de 2011

Las series de nuestras vidas (8)

8. The Big Bang Theory


Soy poco aficionado a las series de comedia, de capítulos de 20 minutos y risas enlatadas. Admito que no he tenido la paciencia suficiente para dar merecidas oportunidades a iconos televisivos, salvo honrosas excepciones como Cheers o Frasier, debido al choque de filosofías entre estas series y mi concepción del producto. Las célebres "sitcoms" están pensadas para la evasión y el mero entretenimiento, algo extremadamente loable. Sin embargo, en cualquier producción literaria y audiovisual yo busco ese mínimo pero con algo más, en forma de aportación cultural o trama realmente interesante.

Big Bang Theory incluye en su esquema estos pluses que demando, a medias. Sin ser un especialista, he advertido que su estructura es la típica de estas producciones: relaciones de amistad pendientes de un hilo, amoríos frustrados, situaciones confusas, ridiculización de personajes, etc. Aún siguiendo estos cánones, esta serie es diferente; los personajes, a pesar de rozar el esperpento, poseen carisma y es fácil encariñarse con ellos. Su ridiculez y su carácter loser ayudan a este efecto.

Lo que más destacaría de esta serie, y quizá sea lo que me llamó la atención y la diferencie de las demás, es la elaboración de los gags, su contenido, su alusión a mundos tan dispares como la ciencia o el cómic, pero a la vez tan integrados en el universo friki. Un científico sólo entendería la mitad de los chistes; un trekkie o un lector de cómics, la otra mitad. Para entenderlos todos, o casi todos (porque es una serie muy localizada, hay muchas alusiones a costumbres y lugares de los Estados Unidos), hay que ser como los protagonistas, unos auténticos frikis.

Mención aparte merece el personaje de Sheldon Cooper, todo un descubrimiento, cuyo frikismo roza el paroxismo. No. No lo roza, lo sobrepasa. Sin duda sus intervenciones son lo mejor de la serie y su personalidad hace que el resto de personajes muchas veces parezcan vacíos y sin gracia. Esto lo han sabido captar los astutos guionistas pues, como sucedió en su día con el hoy cansino Homer Simpson, es notable su mayor protagonismo y la mayor exageración de sus estrafalarios rasgos.