sábado, 30 de junio de 2012

Sobre Spielberg


Ayer tuve la suerte de disfrutar de una nueva sesión de Phenomena en el que es para mí el mejor cine que he conocido y que sigue vivo, el Cine Urgel de Barcelona. En el programa, "Dentro del Laberinto", de Jim Henson y George Lucas, con una púber Jennifer Connelly y el paquete (stricto sensu) de David Bowie, y la gran "Poltergeist", del entrañable Tobe Hooper y de un tal Steven Spielberg.

En los prolegómenos pudimos deleitarnos con una generosa ración de imágenes de grandes clásicos cinematográficos de la década de los ochenta: "Regreso al futuro", "Los Goonies", "Gremlins", "Cazafantasmas", "El Imperio contraataca"... Películas que no sólo nos entretuvieron durante 1,5-2 horas de proyección (gesta al alcance de pocas películas hoy en día), sino que constituyen el más fuerte referente cultural de nuestra generación.

Tal fuerza tiene este pequeño tesoro cinematográfico, que los de mi "quinta" tuvimos la suerte de vivir in situ, que ha supuesto, junto al recurso de otros géneros como el cómic o los videojuegos, la fuente principal del cine actual. No ya sólo por la producción de remakes con mayor o menor acierto, sino por la personalidad del producto. Obviando al cine intelectual, europeo o asiático, que no nos engañemos no nos interesa, las películas actuales deben apelar a la fórmula que se fabricó a finales de los setenta y durante los ochenta.

En este sentido cobra una gran relevancia la figura de Steven Spielberg. Como prácticamente la totalidad de cineastas ha tenido altibajos en su carrera y, en algo tan subjetivo como el cine, sus productos han podido gustar más o menos. Pero lo que es indudable es su aportación al cine de entretenimiento, de pasar un buen rato, de olvidarnos de nuestros problemas mientras estemos en la sala. Ese cine, llamado por sus detractores comercial, o peor aún, palomitero (término atroz), que quizá no nos aporte nada a nuestro ser interior, ni nos haga reflexionar sobre las vicisitudes de nuestra existencia, consigue sin embargo que nos riamos, que suframos, que sintamos miedo y que compartamos chascarrillos con nuestros amigos. Todo esto siendo un preadolescente es a lo máximo que podemos aspirar cuando vemos una peli y, actualmente a nuestra edad, nos aporta una dosis de optimismo y evasión realmente gratificante.

Volviendo a Spielberg y para destacar su importancia en el cine ochentero no hace falta más que repasar la lista de películas en las que participó como director, guionista y/o productor durante la época dorada: En busca del arca perdida (1981), E.T. el Extraterrestre (1982), Poltergeist (1982), Gremlins (1984), Indiana Jones y el Templo Maldito (1984), Los Goonies (1985), Regreso al futuro (1985), El secreto de la pirámide (1985), Esta casa es una ruina (1986), El chip prodigioso (1987), Nuestros maravillosos aliados (1987), Quién engañó a Roger Rabbit? (1988), Indiana Jones y la Última Cruzada (1989).
Qué nos faltaría? Cortocircuito, Golpe en la Pequeña China, Terminator, Dentro del Laberinto, Howard... Spielberg no intervino en ellas (que se sepa), pero su influencia ahí está.

Dudar de su talento nos parece descabellado, pero todos tenemos derecho a que no nos guste alguna de sus películas. De lo que no cabe duda es de que sin él, nuestros idolatrados ochentas tal vez hubieran sido mejores, pero no hubieran sido iguales a como fueron. Y nos encanta como fueron.

FR David- Sahara Night (1986)


Esta gente tuvo un gran éxito con el tema "Words", que aparece en todos los recopilatorios de los ochenta habidos y por haber, justo entre "Walking on sunshine" de Katrina & the Waves y "Relax" de Frankie goes to Hollywood. Sólo hay que escarbar un poco para sacar temas mejores, e incluso memorables como éste.

viernes, 1 de junio de 2012

La muerte de Pistacho Johnson


Esta es la triste historia de Pistacho Johnson, un pistacho que nació y creció feliz, robusto y rebosante de salud. Era un fruto seco alegre, generoso y lleno de bondad. Le gustaba gastar bromas a sus compañeros, todas de buen gusto, y ayudar a quienes más lo necesitaban. No tenía preocupaciones y si algún problema le atormentaba, siempre buscaba el lado positivo del asunto.

En la comunidad era uno más. Trabajaba y se esforzaba como todos o incluso más, y era admirado y querido. Pero toda la felicidad que transmitía a su prójimo se convirtió en desgracia cuando tuvo que afrontar el destino razón de su existencia, aquello para lo que de manera inequívoca fue concebido.

Mientras todos sus hermanos abrían incondicionalmente la cáscara para encaminarse hacia su inevitable final -servir de aperitivo a aquel vertebrado tan extraño o, en lenguaje pistachiano, entrar en el Cielo de los Pistachos-, Pistacho Johnson no se abría. Tal vez debido a su fuerte constitución, o a que su extrema generosidad le había impedido preocuparse por él mismo, era incapaz de abrirse, de salir del caparazón, único obstáculo que le separaba del aquel Paraíso en forma de vísceras humanas.

Así, el mejor pistacho que jamás se ha conocido, permaneció encerrado en su cáscara-purgatorio por toda la eternidad.