miércoles, 10 de diciembre de 2008

Blake Coldhands, un criminal de nuestros días

Se trata de un delincuente estacional; en verano y las épocas cálidas del año, es un muchacho absolutamente corriente, sin poderes físicos ni anhelos homicidas, sin instintos ni capacidades para el crimen.
Sin embargo, es en invierno, con la llegada del frío, cuando Blake Coldhands se convierte en un especimen absolutamente letal. Sufre una metamorfosis física tal que le despierta un terrible carácter subyacente en lo más recóndito de su personalidad, sin duda en contra de su voluntad consciente.

A primera vista, dicha mutación es apenas imperceptible. No obstante, si nos aproximamos y observamos detenidamente sus manos, vemos cómo éstas han adquirido una tonalidad extremadamente pálida y cómo desprenden un vapor gélido. En efecto, todo el frío que recoge el cuerpo de Blake se concentra en milésimas de segundo en sus dos manos, alcanzando unas temperaturas que harían tiritar a un oso polar envuelto en una manta zamorana.

Desafortunadamente este insólito poder afecta al intelecto de Coldhands, obligándole, no sin cierto placer, a manifestar la gelidez de sus manos sobre la epidermis de sus víctimas. Entre éstas, siente una perversa predilección por las jovencitas de piel sensible y vulnerable a las cosquillas que, entre risas y jadeos, agonizan retorciéndose de dolor ante tan inhumana tortura.

A día de hoy, Blake Coldhands sigue en libertad. Nadie ha podido hallar el arma homicida; además, el frío polar que destilan sus dedos le ha borrado las huellas dactilares. Mientras tanto, el Asesino de las Manos Frías aprovecha los meses invernales para seguir ofreciendo a las más bellas doncellas el otrora caluroso contacto de sus dedos afilados.