miércoles, 10 de diciembre de 2008

Blake Coldhands, un criminal de nuestros días

Se trata de un delincuente estacional; en verano y las épocas cálidas del año, es un muchacho absolutamente corriente, sin poderes físicos ni anhelos homicidas, sin instintos ni capacidades para el crimen.
Sin embargo, es en invierno, con la llegada del frío, cuando Blake Coldhands se convierte en un especimen absolutamente letal. Sufre una metamorfosis física tal que le despierta un terrible carácter subyacente en lo más recóndito de su personalidad, sin duda en contra de su voluntad consciente.

A primera vista, dicha mutación es apenas imperceptible. No obstante, si nos aproximamos y observamos detenidamente sus manos, vemos cómo éstas han adquirido una tonalidad extremadamente pálida y cómo desprenden un vapor gélido. En efecto, todo el frío que recoge el cuerpo de Blake se concentra en milésimas de segundo en sus dos manos, alcanzando unas temperaturas que harían tiritar a un oso polar envuelto en una manta zamorana.

Desafortunadamente este insólito poder afecta al intelecto de Coldhands, obligándole, no sin cierto placer, a manifestar la gelidez de sus manos sobre la epidermis de sus víctimas. Entre éstas, siente una perversa predilección por las jovencitas de piel sensible y vulnerable a las cosquillas que, entre risas y jadeos, agonizan retorciéndose de dolor ante tan inhumana tortura.

A día de hoy, Blake Coldhands sigue en libertad. Nadie ha podido hallar el arma homicida; además, el frío polar que destilan sus dedos le ha borrado las huellas dactilares. Mientras tanto, el Asesino de las Manos Frías aprovecha los meses invernales para seguir ofreciendo a las más bellas doncellas el otrora caluroso contacto de sus dedos afilados.

jueves, 13 de noviembre de 2008

El Hombre Invisible

Soy consciente de que es difícil demostrarlo pero, créanme, soy invisible. Pero no se confundan con el tradicional significado del término; la pigmentación de mi piel no refracta la luz ni mis dimensiones se alejan demasiado del estándar de humano adulto. En lo que respecta a la visión que tengo sobre mí mismo, soy perfectamente visible, claro y meridiano. Lo que me hace sospechar, y en ocasiones confirmar, mi estado invisible es la actitud del entorno, del prójimo.

Los peatones no se apartan, ni hacen ademán de ello, cuando se cruzan conmigo en un punto del eje de la acera. Soy yo quien debe variar su trayectoria. Porque yo sí veo al vector de mi misma dirección y opuesto sentido. Los paseantes de chuchos ni siquiera reparan en la necesidad de contraer la cadenita con la que sujetan al animal para que yo pueda proseguir mi marcha. En los cruces, pocos son los coches que respetan mi paso por el ídem de peatones. Y los que se detienen, únicamente lo hacen motivados por la coincidencia del paso de algún parsimonioso ancianete.

En el ascensor mi invisibilidad alcanza cotas insultantes. Ni durante la espera ni en el momento del desalojo, mis acompañantes realizan la más mínima muestra de haberme percibido. Hay veces en que me cuestiono incluso mi insonoridad, ya que raramente reaccionan ante mis protocolarios "buenos días!" o "buenas tardes!". En bares y restaurantes, la situación se vuelve paradójica. Los aspavientos y peticiones de atención que la ética me obliga a hacer podrían inducir a quien me viera, si alguien es capaz de verme, a pensar que el mayor anhelo de mi vida es pagar la dichosa cuenta.

miércoles, 29 de octubre de 2008

La Plaga

Aún recordaba White Franklin el primer cachorro que le regaló su padre en las Navidades del 2048. Nunca le hizo especial ilusión, ya que no era algo que anhelara, pero sin duda lo hizo por su bien, para rescatarlo del ostracismo infantil al que había sido condenado por sus compañeros de colegio como castigo por no poseer como ellos un perrito.

Antes de aquel día, probablemente White era el único vecino sin mascota. En contra de la tendencia imperante, sentía cierta curiosidad por los gatos, ese animal tan misterioso que nunca conoció y extinguido en el 2033 por circunstancias también misteriosas. La norma social y la falta de alternativas que le ofrecía la maltratada naturaleza le impusieron como compañero fiel a un perro sin opción siquiera a elección.

Sparky creció paralelamente a la masificación de la especie. Muchas familias adoptaban segundas y terceras mascotas; los hermanos ya no compartían, querían un animal para ellos solos. La situación se volvió tan extrema que en algunas casas llegó a haber más perros que aparatos de televisión. Mientras fue pequeño, Sparky era adorable y sólo sus díscolos intestinos ofrecían motivos de preocupación. Sin embargo, la nutrición tan poderosa a la que eran sometidas las bestias, producto de los mimos excesivos de sus amos, hacía que ganaran peso y tamaño con rapidez y se volvieran, incluso, peligrosos.

Fue el caso del perro de White Franklin. En pocos meses dejó de ser un animal de compañía y pasó a ausentarse del hogar con frecuencia para reunirse con otros miembros de su especie. Las clandestinas asambleas caninas tenían atemorizado a todo el vecindario. Era tal la magnitud del conjunto y tal la corpulencia de sus elementos que sus dueños abandonaron cualquier atisbo de autoridad. Poco a poco, los perros fueron adoptando una actitud de salvajismo impensable cuando solamente eran unos cachorros.

Han pasado más de 60 años, White Franklin es un venerable anciano, pero el evocar los primeros años de vida de Sparky le retorna algo de su lejana juventud. Actualmente pasa los últimos años de su vida en un centro de alta seguridad, fuera del alcance de la feroz jauría que ha aniquilado al 93% de la raza humana y ha convertido la superfície del planeta Tierra en zona apocalíptica. Está a salvo y da gracias por ello. A veces.

lunes, 13 de octubre de 2008

Estonios en Cuatro

Thriller ¿piscológico?
El pasado sábado tuve un pequeño desliz y me vi inmerso en una cruel emboscada; en el televisor estaba puesto el canal Cuatro justo en el momento en el que comenzaba la ¿sección? de deportes del ¿informativo?. No tuve ocasión de enmendar aquella situación provocada por un fatal momento de debilidad y, resignado, decidí seguir adelante con aquel esperpento. Allí tenía a aquellos dos grandes acumuladores de tartamudeos y contradicciones, de demostraciones de falta absoluta de capacidad de improvisación y de cultura periodística. Eran la muestra viviente de que la cadena de Prisa jamás debió hacer contratos tan largos a sus becarios.

Dejando de lado las atávicas obsesiones del grupo empresarial, como la anodina satanización de Javier Clemente, lo que más me llamó la atención fue un conato de chanza que no hizo otra cosa que dejar en evidencia, no sólo a ellos, sino a todo un país.

Resulta que la selección española de fútbol jugaba en Estonia un partido, de esos tan apasionantes, de clasificación para la Copa del Mundo. A los enviados especiales no se les ocurrió otra cosa que entrevistar al pueblo local con preguntas acerca de nuestra idolatrada "La Roja" con, seguramente, dos objetivos principales: presumir de la grandeza de nuestro equipo y, sobre todo, ridiculizar a los exsoviéticos mediante su ignorancia balompédica.

A la pregunta de qué jugadores de la selección española conocían, fueron pocos los capaces de ofrecer una respuesta culta y aceptable, lo que provocaba el regocijo de los españoles presentes. La mayoría de los entrevistados afirmaban que España tenía grandes jugadores, pero no conseguían dar ningún nombre. Las risas y el jolgorio en el plató reinaban por doquier.

Y yo me pregunto... qué pasaría si la situación fuera la inversa y unos periodistas estonios realizaran la misma encuesta, esta vez acerca de jugadores del país báltico, en las calles de, por ejemplo, Madrid? Estoy convencido de que más de uno (aunque no muchos, es cierto) se atrevería con algún nombre. Lamentablemente la comunicación hubiera sido imposible pues, mientras que en Tallinn todos los entrevistados utilizaban un inglés muy fluido, no sé cuánto hubieran tardado los supuestos periodistas estonios para encontrar suficientes españoles simpatizantes con la lengua de Shakespeare como para cubrir un reportaje de apenas cuatro minutos.

Así que, señores de Cuatro, no se rían tanto de la incultura de un país bastante más atrasado que el nuestro pero que tiene muy claro que, aunque a veces nosotros podamos dudarlo, hay cosas más importantes que el fútbol.

viernes, 14 de marzo de 2008

La Felicidad en una Semana

Pinchar para agrandar?!?

El gráfico que encabeza este artículo ilustra la evolución del índice de felicidad de un individuo moderadamente representativo durante el transcurso de una semana cualquiera, sin festivos distintos al domingo.

Dicho índice se sitúa en las ordenadas, mientras que las abcisas, como habrán deducido por los rótulos, describen los distintos momentos de la semana. A su vez, cada día se ha dividido en tres segmentos, correspondientes a la mañana, la tarde y la noche respectivamente.

Las conclusiones más relevantes que podemos extraer se refieren al punto máximo y al punto mínimo. La cima se alcanza el viernes por la tarde; a partir de ahí, la caída es pausada pero inevitable y especialmente pronunciada el domingo, donde nos estampamos contra el suelo justo al dar la bienvenida al lunes.

El resto de la semana destaca por una progresión contenida y algo exponencial. Triste existencia la nuestra, puesto que no superamos el grado 50 de felicidad (sobre 100) antes del jueves por la noche.

viernes, 15 de febrero de 2008

Dos Teorías: Cameron vs Zemeckis



Venimos insistiendo estos días en la imposibilidad de realizar viajes a lo largo y ancho de nuestra cuarta dimensión. No se puede viajar en el tiempo y nunca se podrá, a las pruebas nos remitimos (y remitiremos). No obstante, esto no evita que mentes creativas nos deleiten con dosis de ficción obviando ese escollo insalvable. En el cine, concretamente, emergieron durante los fértiles años 80 dos pequeñas joyas que ejemplifican a la perfección este jugueteo con la rigidez de la Física: Terminator y Regreso al Futuro.

Es tal el grado de incertidumbre de los que contemplan la posibilidad de que el ser humano podrá, siempre en ese relativo futuro, darse garbeos temporales a su antojo que cada una de estas películas ofrece una versión con su coherencia interna pero totalmente opuesta a la otra.

Terminator

En el futuro, las máquinas y los hombres librarán una cruel guerra. La china en el zapato de los robots es el líder de los humanos, John Connor, cuya eliminación les garantizaría la victoria. Para ello, enchufan el molde de hacer Schwarzeneggers y envían un ejemplar al pasado, antes de que su enemigo naciera, para que "termine" con su madre, Sarah Connor. Con el fin de evitarlo, el propio Connor manda al mismo instante de la línea temporal a uno de sus hombres de confianza para que la proteja.
El desenlace de la historia todos lo conocen, no lo desvelaremos en su integridad, pero sí nos permitiremos algún "spoiler" para poder ilustrar la teoría de James Cameron.
La mencionada línea temporal es única; es decir, por mucho que John Connor o los robots interfieran en el pasado, éste no sufre variaciones, ya que si las sufriera, afectaría a los propios sujetos del futuro, los cuales no podrían viajar al pasado para cambiarlo... una paradoja de esas, vamos.
Para rizar el rizo, incluso es necesaria esta interferencia para lograr "modelar" el futuro cierto y único. Todos los esfuerzos para tergiversar la historia son absolutamente estériles.

Regreso al Futuro
En cambio, Marty McFly altera accidentalmente su pasado y debe encauzarlo hacia lo más parecido al que había antes de su intervención, de lo contrario, peligraría hasta su propia existencia.
Robert Zemeckis opta por la versión de las dimensiones paralelas; si viajamos al pasado y lo alteramos (cosa poco difícil), la realidad, nuestra realidad, la realidad de Levis Strauss, cambia de rumbo y brinda a los eventos posteriores una nueva fisonomía. Se acaba saltando de un hilo temporal a otro, con todas las consecuencias, incluidas las más funestas (demasiado trabajo tiene el Destino como para dedicarle tiempo a las cuestiones éticas). A partir de ahí, poco importa lo que le suceda al artífice de este cambio de agujas; la locomotora del presente cabalga desbocada hacia ese futuro alternativo e inalterable (salvo para un DeLorean con un condensador de fluzo).

Tal como les avisamos, son dos teorías poco compatibles; elijan ustedes su favorita, eso sí, sin olvidar que se trata sólo de Ciencia-Ficción.

viernes, 8 de febrero de 2008

Puedo deshacer


Tras tantos años delante de estas máquinas infernales llamadas computadoras, las cuales poco a poco, y haciendo menos ruido que los chinos en sus bazares, nos van subyugando, he experimentado una extrañísima mutación. Yo sospechaba que el repetido uso de unos estándares con apelativos tan tenebrosos como PC o Windows no podía desembocar en nada bueno; sin embargo, las connotaciones negativas del hecho de mutar no tienen que ir más allá del sentimiento de considerarse en ocasiones un bicho raro.

La mutación en sí consiste en que puedo deshacer. Basta con que cliquee el botón a la derecha de Copiar Formato o pulse Ctrl+Z y mi última acción realizada habrá desaparecido. Ustedes se podrán imaginar la infinidad de ventajas que conlleva semejante capacidad. Poder arriesgarse en cualquier situación, sabiendo que si el resultado no es el esperado siempre podemos volver atrás y escoger otra opción es algo que, con elevadas dosis de paciencia, casi nos garantiza la victoria. El riesgo de equivocarse, si analizamos únicamente los resultados, se minimiza. Me equivoco muchas veces, mucho más que una persona sin este botón, pero siempre acabo consiguiendo lo que busco porque, en cierta manera, tengo vidas infinitas.

No es demasiado agradable en empresas excesivamente complicadas; volver a intentar siempre lo mismo, probando de miles de formas distintas con variaciones casi cuánticas, fatiga mucho. Es el momento de optar por comportarse como una persona normal y permitirse el lujo de equivocarse, o bien, dedicar los esfuerzos a otros menesteres más asequibles.

También es importante obtener el resultado de una manera inminente. Porque si se demora excesivamente y no es el óptimo, tener que retroceder demasiados pasos es contraproducente; eso en el mejor de los casos, donde sepamos cuál es el nodo cuya opción alternativa debemos escoger para alcanzar el éxito final. De lo contrario, nos perderíamos en un bosque de decisiones de lo más intrincado.

Como todo en esta vida, mi botón de deshacer tampoco es infalible. A veces, no sé la razón, no aparece activo ni susceptible de ser pulsado. Entonces me siento acorralado, en un cul-de-sac, con el futuro amenazante invitándome a introducirme en sus afiladas fauces. En ese momento de pavor extremo la única frase que pasa por mi mente es "Me cago en Bill Gates...".

miércoles, 23 de enero de 2008

Los Provizors

Provizors
Las Leyes de la Física y sus cuatro inalterables dimensiones nos han tenido oprimidos durante toda la Historia del Universo, sin permitirnos acceder a aquellos parajes más allá de sus extremas pero rigurosas coordenadas. Esto ha sucedido y sin duda sucederá, al menos en lo que respecta a determinados vectores imposibles de concebir. La no constancia de viajeros procedentes de tiempos futuros nos augura que en dicho horizonte el fracaso en la quimérica empresa de alterar el continuo espacio-tiempo y, de paso, desparramar por esas inescrutables dimensiones paralelas alguna que otra paradoja, está garantizado.

En otras galaxias sucede algo parecido. En algunas de ellas, su tecnología y conocimientos superan con creces a los de los primitivos terrícolas. Sin embargo, a lo largo y ancho del Universo, nadie ha sido capaz aún de desplazarse a su antojo por esa cuarta dimensión, que sigue su curso impasible, tal y como la percibimos impotentes.

Lo más parecido al coqueteo con estas rígidas leyes de la Ciencia puede desarrollarlo una raza de extraterrestres con una anatomía particular: los Provizors. La característica principal de estos seres es la capacidad de variar, en un rango amplísimo, la velocidad de cualquiera de los órganos de su cuerpo.

Esta cualidad, aparte de las evidentes ventajas para llevar a cabo trabajos más físicos, les permite, por ejemplo, tener pensamientos muy profundos y a la vez fugaces, resolver complicadas ecuaciones en un santiamén, saborear sensaciones agradables y placenteras ralentizando la función del órgano que les provee de ellas... Se desplazan con gran rapidez cuando les interesa; cuando la situación les disgusta, disminuyen la velocidad de su cerebro para percibirla en menor cuantía, esperando que concluya.

Siempre con el futuro como punto de mira, ya que no pueden parar el tiempo ni dar marcha atrás (lo que generaría un tremendo colapso cósmico... suponemos), estas criaturas periformes actúan como si de vez en cuando le dieran al Fast o al Slow Forward, siempre con el Play en marcha.

domingo, 13 de enero de 2008

Mistrud Garrapantis


Durante 335 años vivió en el Noreste de la región de Telesforia la ilustre bruja Mistrud Garrapantis. Nadie llegó a conocer exactamente su residencia, ya que buena parte de su vida la pasó huyendo de la justicia. Sin embargo, a pesar de su condición de bruja y de su abyecta apariencia, en su talante no existía la maldad. Sus problemas con las autoridades derivaban de determinados comportamientos desafiantes hacia unas leyes muy estrictas y fundamentalistas, amparadas en la superstición popular de la comarca. Por ejemplo, a Mistrud le producía un placer perverso pisar las líneas interbaldósicas y, según aseguran fuentes desconocidas procedentes del poblado de los Gnomos Rabiosos, se regocijaba al sembrar migas de pan por toda la cocina de su casa.

Un bolso mágico fue lo que la hizo más célebre y, casi con toda seguridad, lo que le concedió el escaño número 16 en el Hall of Fame de las Brujas. Este bolso tenía externamente una apariencia absolutamente normal; sin embargo, tenía el poder de contener objetos de cualquier tamaño; disponía de una capacidad ilimitada, como si no tuviera fondo. Sin duda fue un elemento indispensable en los múltiples viajes de su prófuga existencia.

Murió al ser juzgada y condenada a la hoguera por Jack Closendrawers, del Tribunal de la Sagrada Congregación de la Recta Conducta. El horrible delito que cometió, en el transporte suburbano y a la vista de todo el mundo, fue el de subrayar alegremente y no sin provocación un libro mientras lo leía... con un bolígrafo azul.