sábado, 7 de abril de 2018

Conversaciones con un troll en el fondo de un pozo


Cuando la señorita Bubblemint despertó, únicamente vio una cosa: oscuridad. Al frente, a su derecha, a su izquierda. Sólo al girar el cuello noventa grados hacia arriba contempló un círculo de luz y entonces fue consciente de su situación. Aquellos campesinos analfabetos la habían arrojado al fondo de un pozo.

A aquel pozo se le podía calificar como seco obviando los cinco centímetros de barro que cubrían el fondo donde en aquellos momentos reposaban las posaderas de la señorita Bubblemint. Con un metro y medio de diámetro, tampoco parecía demasiado profundo, pero las paredes eran lo suficientemente resbaladizas como para descartar por completo la escalada. Mientras sus pensamientos alternaban entre lo injusta de su presencia allí y algún método rocambolesco para salir, comprobó que no era la única inquilina de aquel inhóspito lugar.

Ya le había parecido que el espacio en aquel fondo era considerablemente más estrecho del que se presumía en la superficie, pero fue cuando la luz de la luna asomó por el orificio cuando descubrió al troll más feo que había visto en su vida. No era de extrañar que inicialmente lo confundiera con sedimentos acumulados durante siglos en aquella sima. Cuando aquella criatura abrió los ojos, dos zafiros reflejaron la luz del exterior e iluminaron la estancia con una paradójicamente hermosa tonalidad azulada.

- Me... me llamo Cilindrus -pronunció tímidamente el troll cuando se percató de la expresión horrorizada de la señorita Bubblemint-. No dengas miedo, no dengo hambre. Además, sólo como gnomos y no dienes aspecdo de gnomo. Disculpa que hable en voz dan baja pero, por un lado, no veo necesario gridar y, por odro lado, si hablo con mi dono habidual provocaría más de un desprendimiendo. Lo cual, dadas las circunsdancias, no sería algo deseable.

- Soy Wilma. Wilma Bubblemint. -La insólita amabilidad de Cilindrus la había tranquilizado. Y el hecho de no tener nariz irracionalmente le hacía parecer un poco más inofensivo.

- Qué de ha pasado? -preguntó Cilindrus- No predendo ser indiscredo pero... cómo has acabado en esde pozo seco y maloliende?

- No recuerdo exactamente cómo he llegado aquí. Lo último que recuerdo es la imagen de unos campesinos enloquecidos, yendo a por mí, acusándome de haber matado algunos bueyes -lo desesperada de su situación le hizo no importarle explicar su desgracia a un desconocido de granito-. Lo cual, obviamente, es rotundamente falso. Soy incapaz de hacer daño ni a una libélula escarlata.

- Es evidende considerando du anadomía -comentó jocoso el troll, intentando desdramatizar el relato-. Y en qué se basan para acusarde precisamende a di de semejande fechoría?

- No te lo vas a creer -por fin una minúscula sonrisa asomó en el rostro de la señorita Bubblemint-. Estaba solamente de paso en el pueblo y probablemente desperté algún tipo de envidia pues fui acusada por el Gremio de Madrastras y Marujas de... brujería.

- Dienes razón, no me lo voy a creer -los zafiros de Cilindrus se iluminaron fugazmente-. No he conocido a muchas brujas en mis dresciendos años de vida pero aposdaría mi muslo derecho, que es de mármol de Carrara, que dienen una apariencia dodalmende opuesda a la duya.

- Por lo visto no tenían suficiente con el indisimulado desprecio y algún que otro insulto. Aprovecharon la inexplicable muerte por aplastamiento de cráneo de varias reses para declararme culpable de ellas y condenarme sin juicio alguno. El castigo, acabo de comprobar, termina en el cadalso de este pozo. Sin duda están alienados... cómo podría alguien como yo machacar la cabeza de bueyes de una tonelada?

- Por supuesdo, no hay más que verde -los ojos del troll se volvieron a iluminar-. Es una dremenda injusdicia. Esde lugar dan siniesdro es para seres deformes como yo, y no para criaduras dan dulces y delicadas como .

- Eres muy amable, Cilindrus. Y tú, también estás cumpliendo una condena aquí abajo?

- Oh, lo mío no es una condena. Conozco muy bien el fanadismo de los habidandes de ese pueblo, por eso no me exdraña lo que de ha sucedido y por eso dampoco se me ocurriría inderacduar con nadie de allí. Simplemende me caí, jugando, yendo a buscar un boomerang que me había lanzado mi primo Prismus desde Remolacha Amarga.

- Remolacha Amarga? Esa region debe de estar a seis ó siete leguas!

- Más o menos. Ésa es la fuerza que denemos los drolls remolachamarguianos al lanzar el boomerang. Por esa razón es aldamende improbable que mi primo o mi familia me encuendren. -los zafiros del troll parecieron humedecerse.

- Lo siento mucho -la señorita Bubblemint sintió auténtica lástima por aquel ser tan amable y tan feo-. Si pudiera ayudarte de alguna manera...

- Como habrás imaginado, llevo meses indendando salir de aquí sin éxido. He sobrevivido gracias a un par de ladas de gnomos en conserva que llevaba en el bolsillo y casi había perdido la esperanza. Hasda que aparecisde dú.

- Claro, Cilindrus. Entre los dos conseguiremos salir de aquí! -la euforia de la señorita Bubblemint se debía más a una voluntad de animar al desgraciado troll que a una esperanza real.

El troll esbozó lo más parecido a una sonrisa.

- Esdoy seguro. Pero andes debo informarde de una cosa, que seguramende ya sabrás. Faldan pocas horas para el amanecer y, en ese momendo, como buen droll, me converdiré en piedra. La única compañía que dendrás hasda que anochezca de nuevo serán los kilos de barro que rebozan nuesdros draseros y una roca inerde sin nariz.

- De acuerdo. Mientras estés "durmiendo" intentaré pensar en un plan para escapar, no te preocupes. -Y guiñó un ojo a su nuevo amigo y compañero de fuga.

Mientras charlaban de temas más triviales, los zafiros de Cilindrus poco a poco se iban apagando. La luna dejaba de iluminar el lecho del pozo y daba paso a un cielo cada vez más claro. Cilindrus, encantado con su nueva amiga, no le quitaba zafiro de encima... hasta que por fin la luz del día asomó por la boca del pozo. Todo el cariño que el troll había acumulado hacia la señorita Bubblemint en las últimas horas se resquebrajó cuando gracias al primer rayo de sol descubrió una diminuta verruga en su perfecta nariz.

No pudo reaccionar, en seguida se convirtió en una horrible estatua de piedra. Segundos más tarde, la señorita Bubblemint no tardó en invocar el Hechizo del Martillo Demoníaco, que hizo aparecer un poderoso martillo capaz de hacer añicos tanto un troll convertido en piedra como el cráneo de un buey. Y así fue cómo, gracias a una montaña de gravilla producto de un troll triturado y en posesión de dos excelentes zafiros por los que conseguiría un buen pellizco, la señorita Bubblemint consiguió escapar de aquel pozo seco y maloliende.


No hay comentarios:

Publicar un comentario