viernes, 1 de junio de 2012

La muerte de Pistacho Johnson


Esta es la triste historia de Pistacho Johnson, un pistacho que nació y creció feliz, robusto y rebosante de salud. Era un fruto seco alegre, generoso y lleno de bondad. Le gustaba gastar bromas a sus compañeros, todas de buen gusto, y ayudar a quienes más lo necesitaban. No tenía preocupaciones y si algún problema le atormentaba, siempre buscaba el lado positivo del asunto.

En la comunidad era uno más. Trabajaba y se esforzaba como todos o incluso más, y era admirado y querido. Pero toda la felicidad que transmitía a su prójimo se convirtió en desgracia cuando tuvo que afrontar el destino razón de su existencia, aquello para lo que de manera inequívoca fue concebido.

Mientras todos sus hermanos abrían incondicionalmente la cáscara para encaminarse hacia su inevitable final -servir de aperitivo a aquel vertebrado tan extraño o, en lenguaje pistachiano, entrar en el Cielo de los Pistachos-, Pistacho Johnson no se abría. Tal vez debido a su fuerte constitución, o a que su extrema generosidad le había impedido preocuparse por él mismo, era incapaz de abrirse, de salir del caparazón, único obstáculo que le separaba del aquel Paraíso en forma de vísceras humanas.

Así, el mejor pistacho que jamás se ha conocido, permaneció encerrado en su cáscara-purgatorio por toda la eternidad.

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