viernes, 13 de noviembre de 2009

Ammón, el Destructor



Los más ancianos aún recuerdan cuándo Satán envió a su siervo Ammón al mundo terrenal, concretamente a Barcelona. El momento exacto de su advenimiento pasó inadvertido a los mortales, pero sus devastadores efectos siguen causando auténticos estragos entre la población. La situación social y económica de la ciudad ya suponía un suculento caldo de cultivo para las fechorías de las hordas satánicas y Ammón no ha desaprovechado en absoluto la oportunidad.

Ammón es el demonio destructor por antonomasia pero, como buen trickster, pretende ofrecer una apariencia positiva y, en este caso nunca mejor dicho, constructiva.

Su tarea consiste principalmente en la repetición constante e infinita de obras en la vía pública. Los edificios y construcciones con financiación privada deben resultar rociadas con agua bendita, porque Ammón las repele sin vacilar y centra sus esfuerzos en aquellas obras de carácter común.

Aunque sus tentáculos son muy extensos, sus objetivos favoritos son dos. Por un lado, le encanta reiniciar las obras recientemente concluidas. Por eso no es extraño que veamos por la ciudad operarios que retocan con toda la parsimonia del universo aquello que teóricamente había sido finalizado con éxito y, lo más grave, sin haber pasado mucho tiempo de ello.

También disfruta remodelando espacios que no tienen necesidad de mejora. Obras absurdas, inútiles, cuya única dudosa justificación a primera vista sería el mantener "ocupados" a los pusilánimes obreros e, indirectamente, el aumento del gasto público.

Pero no se equivoquen. No culpen al Excelentísimo Ayuntamiento de semejantes granujadas. Bastante tienen los pobres funcionarios y cargos electos con lidiar con Asmodeo, patrón y alma de los corruptos, que también ha sido enviado por el inquieto Satán.

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