miércoles, 29 de octubre de 2008

La Plaga

Aún recordaba White Franklin el primer cachorro que le regaló su padre en las Navidades del 2048. Nunca le hizo especial ilusión, ya que no era algo que anhelara, pero sin duda lo hizo por su bien, para rescatarlo del ostracismo infantil al que había sido condenado por sus compañeros de colegio como castigo por no poseer como ellos un perrito.

Antes de aquel día, probablemente White era el único vecino sin mascota. En contra de la tendencia imperante, sentía cierta curiosidad por los gatos, ese animal tan misterioso que nunca conoció y extinguido en el 2033 por circunstancias también misteriosas. La norma social y la falta de alternativas que le ofrecía la maltratada naturaleza le impusieron como compañero fiel a un perro sin opción siquiera a elección.

Sparky creció paralelamente a la masificación de la especie. Muchas familias adoptaban segundas y terceras mascotas; los hermanos ya no compartían, querían un animal para ellos solos. La situación se volvió tan extrema que en algunas casas llegó a haber más perros que aparatos de televisión. Mientras fue pequeño, Sparky era adorable y sólo sus díscolos intestinos ofrecían motivos de preocupación. Sin embargo, la nutrición tan poderosa a la que eran sometidas las bestias, producto de los mimos excesivos de sus amos, hacía que ganaran peso y tamaño con rapidez y se volvieran, incluso, peligrosos.

Fue el caso del perro de White Franklin. En pocos meses dejó de ser un animal de compañía y pasó a ausentarse del hogar con frecuencia para reunirse con otros miembros de su especie. Las clandestinas asambleas caninas tenían atemorizado a todo el vecindario. Era tal la magnitud del conjunto y tal la corpulencia de sus elementos que sus dueños abandonaron cualquier atisbo de autoridad. Poco a poco, los perros fueron adoptando una actitud de salvajismo impensable cuando solamente eran unos cachorros.

Han pasado más de 60 años, White Franklin es un venerable anciano, pero el evocar los primeros años de vida de Sparky le retorna algo de su lejana juventud. Actualmente pasa los últimos años de su vida en un centro de alta seguridad, fuera del alcance de la feroz jauría que ha aniquilado al 93% de la raza humana y ha convertido la superfície del planeta Tierra en zona apocalíptica. Está a salvo y da gracias por ello. A veces.

lunes, 13 de octubre de 2008

Estonios en Cuatro

Thriller ¿piscológico?
El pasado sábado tuve un pequeño desliz y me vi inmerso en una cruel emboscada; en el televisor estaba puesto el canal Cuatro justo en el momento en el que comenzaba la ¿sección? de deportes del ¿informativo?. No tuve ocasión de enmendar aquella situación provocada por un fatal momento de debilidad y, resignado, decidí seguir adelante con aquel esperpento. Allí tenía a aquellos dos grandes acumuladores de tartamudeos y contradicciones, de demostraciones de falta absoluta de capacidad de improvisación y de cultura periodística. Eran la muestra viviente de que la cadena de Prisa jamás debió hacer contratos tan largos a sus becarios.

Dejando de lado las atávicas obsesiones del grupo empresarial, como la anodina satanización de Javier Clemente, lo que más me llamó la atención fue un conato de chanza que no hizo otra cosa que dejar en evidencia, no sólo a ellos, sino a todo un país.

Resulta que la selección española de fútbol jugaba en Estonia un partido, de esos tan apasionantes, de clasificación para la Copa del Mundo. A los enviados especiales no se les ocurrió otra cosa que entrevistar al pueblo local con preguntas acerca de nuestra idolatrada "La Roja" con, seguramente, dos objetivos principales: presumir de la grandeza de nuestro equipo y, sobre todo, ridiculizar a los exsoviéticos mediante su ignorancia balompédica.

A la pregunta de qué jugadores de la selección española conocían, fueron pocos los capaces de ofrecer una respuesta culta y aceptable, lo que provocaba el regocijo de los españoles presentes. La mayoría de los entrevistados afirmaban que España tenía grandes jugadores, pero no conseguían dar ningún nombre. Las risas y el jolgorio en el plató reinaban por doquier.

Y yo me pregunto... qué pasaría si la situación fuera la inversa y unos periodistas estonios realizaran la misma encuesta, esta vez acerca de jugadores del país báltico, en las calles de, por ejemplo, Madrid? Estoy convencido de que más de uno (aunque no muchos, es cierto) se atrevería con algún nombre. Lamentablemente la comunicación hubiera sido imposible pues, mientras que en Tallinn todos los entrevistados utilizaban un inglés muy fluido, no sé cuánto hubieran tardado los supuestos periodistas estonios para encontrar suficientes españoles simpatizantes con la lengua de Shakespeare como para cubrir un reportaje de apenas cuatro minutos.

Así que, señores de Cuatro, no se rían tanto de la incultura de un país bastante más atrasado que el nuestro pero que tiene muy claro que, aunque a veces nosotros podamos dudarlo, hay cosas más importantes que el fútbol.